EJERCICIO 8 - Batalla de Pililas
Como hombres hemos crecido rodeados de actos violentos que hemos normalizado por la cantidad de veces que se han repetido a nuestro alrededor.
Que nuestros héroes favoritos resolvieran sus problemas a palos, no ha ayudado a que nosotros repitamos y resolvamos los nuestros con violencia también. Sí, sí, no abras la boca como si estuvieras sorprendido, la violencia aunque no sea física ni visible, la ejercemos de forma constante con las personas que nos rodean.
Si estás leyendo esto es porque tú no eres de esos que resuelve sus problemas a palos (aunque algunas veces te gustaría pensando que es el camino más rápido). Por eso haces uso de tu intelecto y vas un poco más allá.
Hablo de cuando humillas a alguien para demostrarle que tú sabes más, que tú puedes más, o que tú (lo que sea) más.
Sí, nos la estamos midiendo constantemente y esto es así por mucho que nos duela.
Pero tranquilo, se puede cambiar. Hacen falta dos pililas para que haya una batalla de este tipo. Así que si te ves envuelto en lo que se avecina como un falocombate, siempre hay tiempo para una retirada digna. Porque por inofensivo que te parezca, en una batalla de pililas siempre habrá un perdedor. O lo que es lo mismo habrá un sometedor y un sometido y eso significa violencia.
Descargar la ira contra muebles u objetos inanimados, creo que no es necesario decir que es violencia, pero descargar la ira a través de palabras malsonantes o con tono despectivo hacia las personas con las que convivimos “porque he tenido un día de mierda”, es también violencia.
Hoy no toca entrar en la gestión emocional, pero sí cabe remarcar que desencadenamos actos violentos cuando estamos furiosos o tenemos miedo.
Por eso insisto tanto en la necesidad de aprender a reconocer y gestionar nuestras emociones.
Unos ejemplos: recordarle a tu colega que se está poniendo fondón con una sonrisita en la cara y con una broma de fondo, es violento.
Sé lo que dices en broma, que no quieres ofenderle, pero fíjate bien, por un lado estás diciéndole que no se ajusta a lo que tú consideras que son los estándares ideales de peso, y por otro lado no sabes qué efecto producen esas palabras en él. Seguramente no se lo tome a mal, pero si es constante, si no eres el único que le hace “bromas” al respecto, quizás empiece a preocuparse por algo que no debería preocuparse.
Uso este ejemplo porque puede parecer inofensivo, pero he visto grupos de colegas en los que lo más suave que se dice a alguien es “tú cállate que eres tonto”, hasta el punto de que ese hombre ya se presenta como “el tonto”.
Entre colegas justificamos con mucha facilidad nuestros insultos hacia los otros, desde el cabrón hasta el joputa pasando por todo un abanico de desprecios “cariñosos”. Piensa muy bien cuál es el objetivo de insultar al otro cada vez que lo haces.
Por otro lado y esto seguro que te suena, competimos constantemente con nuestros pares, sobre quién bebe más, sobre quién folla más, sobre quién tiene el coche más potente, sobre quién liga más, sobre quién más nosequé y nosecuál.
Es importante revisar qué necesidad hay detrás de cada una de estas muestras de “hombría” a las que nos sometemos para demostrar que nosotros “más” algo.
Así que el reto de hoy es simple: intenta recordar la última vez que sometiste a un amigo o amiga con tus palabras, actos o actitudes y discúlpate por ello. Si tienes que disculparte cada vez que te veas sometiendo, te aseguro que en poco tiempo dejarás de ejercer este tipo de violencias que tenemos tan invisibilizadas.
Truco: para recordar la última vez que sometiste a alguien, es tan fácil como pensar en el último juicio que emitiste contra él o ella, o hiciste burla sobre algo de su vida. Así de simple, verás que por invisible que fuera, había violencia.
Si tienes dudas o quieres compartir algo, como siempre puedes mandar un correo a hello@germansancho.com o dejar tu comentario más abajo.
Gracias por estar al otro lado.