EJERCICIO 14 - Sexo y Sexualidad

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Nos enseñaron poco sobre sexo y nos hablaron menos de sexualidad. Con un poco de suerte con 11-12 años nos explicaron cómo los seres humanos nos reproducimos y quizás en la secundaria tuvimos alguna charla (digo alguna porque yo no las recuerdo como tales a pesar de que allí estuvieran) sobre “sexo”. 

Y así fue como a través del cine, de las series de televisión, de la literatura y de lo que en nuestras familias se consideraba normal, nosotros aprendimos sobre sexo y sexualidad (o sólo sobre sexo). 

Mención aparte a toda la pornografía disponible en la actualidad a golpe de click (en este artículo me extiendo sobre el tema). Parece que ya no recordamos el tipo (y cantidad) de pornografía que estaba disponible hasta finales de los 90 y cómo la aparición de internet hizo que creciera la industria del porno y su distribución de forma exponencial y arroyadora para que lo empezáramos a consumir como si fueran chuches. 

Se puede decir que en los últimos años esta ha sido para muchos, la forma en la que hemos aprendido a mantener relaciones sexuales y entender nuestra sexualidad. Un desastre vaya.

Escindidos de nuestros cuerpos sexualmente analfabetos, reproducimos lo que creemos es “normal”, lo que nos dijeron y dicen que es “normal” y sobretodo lo que englobamos en nuestro mapa mental como “normal”.

La cultura, la religión, la familia en la que hemos crecido, la falta de una mirada curiosa, todo, hace que vivamos el sexo y la sexualidad de una u otra manera.


La sexualidad no es genitalidad, sino pulso de supervivencia, exuberancia, sensualidad, pasión, eros… es todo aquello que nos lleva al vínculo, a la mejora, a la expansión personal. La sexualidad está ligada a lo metafísico, lo espiritual, a lo no tangible, al impulso natural por el que seguimos hacia adelante.

¿Te ves capaz de separar el sexo y la sexualidad?

Fíjate bien, nacemos sexuados y entendemos (comprendemos y/o interpretamos) la sexualidad de maneras muy distintas a medida que vamos creciendo, pero recordemos sobretodo que nuestra sexualidad está presente siempre, desde la primera infancia, mamando del pecho materno, satisfaciendo el hambre, la necesidad de amor, de calor y sintiendo así el éxtasis máximo cuando somos bebés. Así es como iniciamos nuestra sexualidad. ¿En qué momento la sexualidad se corta, se suprime, se elimina, se bloquea…?

En el preciso momento que ponemos la etiqueta de “bien” o “mal” a lo que sucede.

Hemos sido educados para encajar en moldes, para ser operarios idénticos los unos de los otros, fácilmente sustituibles y reemplazables.

En esta educación, se reprime al ser personal, a las capacidades innatas, a lo que de forma natural hemos venido a ser. En esta represión, nuestra sexualidad se ve totalmente amputada, prohibida o vetada. Esa sexualidad natural, de satisfacción que consiste nada más y nada menos que en SER uno mismo, sin poseer, sin dominar o maltratar. Desde una perspectiva en que nos nutrimos en una simbiosis de amor y placer lejos de lo que entendemos hoy por sexualidad.

Como sabrás, nuestra cultura es coitocentrista, desde el lenguaje que así lo determina a las prácticas que tenemos: Un masaje sensual no lo consideramos hacer el amor porque no hay coito, la virginidad sucede cuando hay penetración o los preliminares son la antesala a algo que va a pasar.


Te propongo un ejercicio que deseo que experimentes. Consiste precisamente en situarte de pie (o como más cómodo estés) y dedicar unos 10 minutos a recorrer lentamente todo tu cuerpo con las manos y los sentidos bien presentes.

Son unos minutos para redescubrirte. Recorre todo tu cuerpo, desde la cabeza a los pies, pasando por todos aquellos rincones a los que no le sueles prestar atención, no te olvides de ninguno.
Puedes hacerlo más o menos suavemente, puedes utilizar saliva, te recomiendo un espejo móvil para que también te veas desde otras perspectivas… El objetivo no es que te excites, sino que percibas nuevas sensaciones, lo que te gusta más y lo que menos, lo que te parece agradable, lo que no, lo que te genera indiferencia… cada cuerpo es un mundo y lo vas a descubrir.
También puedes hacerlo evitando los genitales o dejándolos para el final de la exploración.

Tras estos minutos de redescubrimiento personal, si te sientes excitado, puedes darte más placer, llegando o no al orgasmo.

Insisto, el objetivo no es el orgasmo, sino descubrir nuevas sensaciones corporales.


¿Cómo te has sentido?

¿Te ha gustado?

¿Lo has hecho?

¿Qué te ha pasado?


La masculinidad tradicional nos dice que estos ejercicios son raros, que un hombre lo que tiene que hacer es empalmarse y correrse. Punto. Si está con una mujer su objetivo es que ella se corra mil veces (si son más pues aún mejor) y ya.

El placer personal más allá del orgasmo vinculado siempre con la eyaculación, no forma parte de nuestra realidad masculina.

Pero esto puede cambiar.


Espero impaciente tus comentarios 😊, lo que hacemos, lo que no hacemos, el cómo nos sentimos con este ejercicio dice mucho de nosotros.



Gracias por estar al otro lado.

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