la pareja del siglo XXi

pareja consciente siglo XXI.gif

Inevitablemente cuando hablamos de pareja la mayoría conservamos el mismo concepto clásico en mente. Los tiempos modernos nos han traído nuevos tipos de pareja, pero la realidad es que sólo ha cambiado el envoltorio del caramelo, el dulce de dentro sigue siendo el mismo.

Seguimos reproduciendo mitos del amor romántico creyéndonos que “esta relación sí que va a funcionar porque es amor puro, amor de verdad”, pero la realidad termina por echarnos en cara todo eso que dijimos.


El “para siempre” ha vuelto a fallar. 



Construcción de la pareja

Siguiendo los mismos cánones de siempre e influenciados por nuestros referentes educativos, por la televisión y toda la información a la que estamos sometidos, los jóvenes de hoy seguimos estableciendo relaciones de pareja desde la curiosidad y el impulso sexual al principio para devenir en carencia de todo tipo a corto y medio plazo. 

Nos enamoramos químicamente de la otra persona. Nos atrae, nos despierta, nos enciende, nos pasan mil cosas indescriptibles por el cuerpo que nos empujan a hacer cualquier tipo de locura avalados por una cultura que lo permite afirmando: “todo por amor”.

Pero cuando este enamoramiento químico y fugaz cesa, nos convertimos en esclavos de relaciones que tienen los días contados en el mejor de los casos. Otras veces terminamos en relaciones que se alargan en el tiempo destruyendo a las dos partes de la relación al mismo tiempo. Somos víctimas y victimarios por partes iguales. 



El amor romántico

Vayamos por partes. La cultura nos empuja a consumir un amor romántico que a pesar de saber por experiencia propia o ajena que nos hará sufrir, reproducimos constantemente hasta el hastío.
Tropezamos con la misma piedra una y cien veces sin aprender la lección principal: “Me sé la teoría” decimos, “pero en la práctica me parece imposible de aplicar” concluimos.

Nos relacionamos como adolescentes, luego lloramos y comemos helado. Así nos va.

Tras el enamoramiento químico, pretendemos mantener esos altos niveles de afecto continuo que sabemos tarde o temprano van a caer. Andamos dando palos de ciego porque no sabemos cómo hacerlo mejor, nos aferramos a la esperanza de que nuestro amor (que es verdadero) todo lo soportará y se cumplirá el clásico “vivieron felices toda la vida”.

El modelo romántico claramente está caduco. Las mujeres del siglo XXI renuncian a ser sometidas y alzando la bandera morada pretenden relaciones de igualdad en las que se puedan atisbar resquicios de un romanticismo diferente que puede ni nos hayamos planteado. 

Por nuestra parte los varones, entendemos lo caduco del amor romántico y aprovechamos la posición que nos otorga el feminismo para establecer relaciones de igualdad sin cuestionarnos lo que significa esa igualdad. Reproducimos aún (sí, sí, lo hacemos) algunos gestos románticos clásicos atentando contra el reptiliano de ellas y prometiendo amor eterno sabiendo muy bien cuál será su reacción, porque aunque sólo sea temporal, habremos ganado tiempo ¿tiempo para qué?


Me atrevo a afirmar que ni unos ni otras hemos reconstruido la idea de romanticismo. Quizás no queramos hacerlo. Está bien, pero entonces no reprochemos a nuestras parejas que jamás son románticxs.

Aún con todo, la frenética carrera diaria y tecnológica en la que nos vemos envueltos unos, otras y otres, nos permite conectar a través de apps con mucha facilidad con millones de personas que nos puedan volver a despertar esa chispa y nos vuelvan a enamorar (esta vez sí) hasta la eternidad.

Nos hemos convertido en humanos de usar y tirar, con más o menos respeto y aquí no importan los sexos ni los géneros. Todxs contamos de alguna manera con que este mar en el que nadamos está repleto de peces y el amor de nuestras vidas está ahí.

El amor romántico como lo hemos aprendido la gran mayoría, favorece las relaciones de desigualdad en las que la autoestima de una de las partes siempre se ve dañada. Hablamos de relaciones donde el sometimiento y el victimismo están presentes a diario.



Relación de dependencia. 

Aún teniendo claro que en este mar repleto de peces encontrar pareja es relativamente sencillo, seguimos topando con personas tóxicas que nos envuelven en relaciones destructivas que solemos nombrar como amores imposibles. La ecuación no falla: tenemos la autoestima por los suelos. Si enlazamos una relación tóxica tras otra, es posible que la vida nos esté intentando decir que aprendamos algo.

Justificamos las relaciones tóxicas que alargamos en el tiempo alegando tener “dependencia emocional”, pero seguimos reproduciendo día y noche los mismos actos que nos impiden salir de esa relación. Espero no herir a nadie, pero estando en una relación de dependencia, con cariño, acompañamiento y paciencia podemos salir de ella. Es cuestión de querer hacerlo y dejar de obtener los beneficios que esa persona tan mala nos aporta. 

Lo que pasa es que está mal visto decirnos esto a las personas emocionalmente dependientes, porque “pobrecillas somos víctimas” de alguien que nos somete, que dice amarnos y demuestra lo contrario. 

Amor propio y ayuda profesional, pero de todo se sale en la vida, aunque insisto, hay que querer salir, de lo contrario seguimos siendo víctimas que obtenemos algún beneficio de esa relación. Ni más ni menos.


Relación de poder

En el lado opuesto estamos en relaciones cuyas partes tenemos la autoestima por las nubes o un falso orgullo elevado, pero nuestro día a día puede ser también muy desastroso. Discusiones por todo y peleas infinitas. Ambas partes sabemos lo que queremos y nos mantenemos firmes imponiendo nuestros límites.

No hay nada que negociar cuando unx tiene las ideas claras. En estos casos lo que se produce es una lucha de poder. Al inicio de la relación todo va bien, porque la pasión, la química y el enamoramiento en general, nos permiten cierta flexibilidad que cuando avanza la relación solemos perder. 

Las relaciones rígidas en las que ninguna de las partes está dispuesta a integrar nuevas ideas, conceptos, opciones o posibilidades está igualmente destinada al fracaso. La rigidez es una mala aliada en cuanto a parejas se refiere.



La vida sexual en la pareja del s. XXI

La vida sexual de cada pareja es 100% única y exclusiva de esa pareja. Los que somos altamente pasivos a nivel sexual toda nuestra vida, podemos volvernos activos, creativos, fogosos y ser todo lo contrario en momentos concretos de la vida, o con una pareja en particular. Somos humanos, camaleónicos, nos adaptamos a cada contexto en cada momento, aunque los patrones personales de cada uno suelen repetirse, no perduran in aeternum.

Por ello, cabe destacar en esta parte del artículo, que entender nuestra sexualidad y la de nuestra pareja es importante para que la vida sexual sea también satisfactoria entre los dos.

Convertirnos en sometedores o víctimas dentro de las relaciones es mucho más habitual de lo que pensamos. Pongo la mano en el fuego a que todos hemos cumplido un rol muy definido en algunas relaciones:

  • Uno de los dos miembros tiende a tratar de complacer a su pareja buscando el agrado del otre constantemente, llegando al punto de mantener prácticas sexuales que no desea, simplemente por complacer al otre.

  • Uno de los dos miembros es activo a la hora de mantener relaciones. Lleva la batuta y se incomoda cuando su pareja se la quita e intenta liderar la relación sexual. 

Si te fijas, el primer punto corresponde a alguien que vive sometido en su relación, mientras que el segundo corresponde a una persona más bien sometedora. Está claro que el primer caso suele corresponder a alguien en una relación de dependencia, mientras que el segundo puede pertenecer a la misma relación, pero vista desde el sometedor.

Aún así, este segundo punto también puede coincidir con la relación de poder descrita anteriormente.


¿están todas las relaciones destinadas a morir? Sí y no.



¿Es el fin de las relaciones? 

Espero ansioso que así sea en relaciones como las anteriores.

Durante muchos años, las relaciones de dependencia han sido el pan de cada día. Estereotípicamente, el hombre era el sometedor y la mujer la sometida. Relaciones con altos niveles de dependencia emocional y violencia de todo tipo, desde física hasta emocional, pasando por la sexual y por supuesto la económica. 

Aunque al hablar de ello nuestra cabeza se remonte a tiempos pasados, a día de hoy sigue habiendo mucha dependencia entre miembros de la pareja  precisamente porque no hemos analizado en profundidad qué hace que así continúe siendo.

Si la relación entre nuestros padres ha sido de este tipo en la que por ejemplo, uno trabajaba mientras la otra criaba y cuidaba, habremos aprendido y normalizado ese tipo de relación hasta el punto de reproducirla inconscientemente buscando a personas que encajen en esa visión que tenemos de pareja. 

Sin embargo, la liberación de la mujer gracias al movimiento feminista, ha conseguido que muchas de nuestras compañeras hayan comprendido la gravedad del asunto que se arrastraba durante generaciones hasta el punto de posicionarse totalmente en contra favoreciendo las relaciones de poder.

Relaciones en las que no vamos a estar dispuestas a dejar que un hombre decida nuestro futuro de ninguna de las maneras. Perfecto. 

Tomamos esa posición desde la oposición mental al modelo patriarcal preponderante y desde la emoción de la rabia tantísimas veces. Colocándonos en el opuesto y relacionándonos también desde el sometimiento del otro.

Si antes era blanco y oprimido, ahora soy negro y opresor. Vamos de un extremo a otro, olvidando la infinidad de colores que hay en una paleta que seguramente nos aporten mayor equilibrio. Desde esta posición es igualmente imposible que construyamos una relación, porque ninguna de las dos partes va a ceder, nadie está dispuestx a negociar. Han cambiado los personajes, pero la obra de teatro sigue siendo la misma.



La pareja ecológica - negociación constante

El discurso está trillado pero seguimos sin entenderlo. No se trata ni de igualdad ni de equidad. Tanto la igualdad como la equidad son términos que en última instancia son puramente subjetivos. Y en la subjetividad de las cosas nos perdemos, nos discutimos y nos separamos.

El beneficio mútuo aparece cuando ambas partes de la pareja nos sentamos a mostrar nuestras cartas sobre el tapete y mostramos nuestros intereses y ambiciones personales. 

Una pareja ecológica es aquella en la que ambos compartimos nuestros puntos de vista personales (sean objetivos o subjetivos) e intentamos casar nuestra individualidad con la del otro con el objetivo de que ambos ganemos. 

Creo profundamente que pueden existir todo tipo de parejas, independientemente de cómo sean sus personalidades. Desde mi punto de vista, la pareja siempre es posible cuando comparte valores, todo lo demás forma parte de compaginar, de compartir y de negociar para que ambos ganemos. 

Los roces inevitables del día a día se pueden pulir siempre y cuando no afecten a los valores personales de cada uno, pero para pulirlos ambos debemos estar dispuestos a negociar en un paradigma de ganar-ganar. 

He repetido 3 veces la palabra ganar y no es por casualidad, en una relación en la que uno cede en favor del otro, se crea una deuda aunque sea inconsciente. Si ambas partes no obtienen un beneficio en la negociación, tarde o temprano se abrirá una brecha en esa relación.

El ganar-ganar es una condición imprescindible en cualquier ámbito de nuestra vida, pero en especial en los vínculos que establecemos con la pareja, hijxs, familia, amistades, trabajo… Lo contrario significa lucha de poder y en el campo de lucha ya sabemos lo que pasa: una de las 2 partes siempre (siempre) pierde.

Aunque parezca imposible, las relaciones de pareja necesitan negociación constante dentro del paradigma ganar-ganar. Si nos habituamos a realizar tal ejercicio, el éxito de la relación está asegurado. Como si de una fórmula matemática se tratara, podemos llevar al éxito nuestras relaciones de pareja.


Concluyendo; el amor romántico nos ha hecho creer que las relaciones de verdad se sustentan por sí solas, que sólo hace falta estar enamorados para mantener la llama viva y que el amor todo lo puede si es puro. Esa falsa creencia es la que nos ha traído más dolores de cabeza y relaciones destructivas de las que querríamos, por lo que ya sólo nos queda comprender las dinámicas internas de las relaciones. 

Tanto en las relaciones de dependencia como en las relaciones de poder, una de las partes (o ambas) de la relación se ven malparadas, ya que se produce un desequilibrio en la relación. Así es como terminan la mayoría de las relaciones o se perpetúan en un desequilibrio y sufrimiento constante.

Por lo tanto, lo único que puede hacer sobrevivir una relación, es el amor y el respeto por la otra parte, es negociar entre ambas partes cada vez que no estemos de acuerdo en algo. Es una negociación donde el amor estará presente siempre, de manera que el único resultado posible sea dentro del paradigma ganar-ganar, en el que ganas tú y gano yo.


¿Te gustaría saber más? ¿Quieres saber cuál es el mantenimiento que necesita la pareja ecológica?

Suscríbete a la newsletter y no te pierdas nada.

Suscríbete

* indicates required

Respetando tu privacidad.

Puedes darte de baja en cualquier momento pinchando en el link que encontrarás al pie de los correos. Lee toda la información sobre política de privacidad aquí.

Anterior
Anterior

masculinidad frágil ii

Siguiente
Siguiente

masculinidad toxica en el siglo XXI